Una muestra sobre Gotthard Schuh descubre al fotógrafo
Inspiró a grandes reporteros gráficos de la postguerra europea
PATRICIA ORTEGA DOLZ. EL PAÍS. 14-12-2011
Pocos habían oído hablar de Gotthard Schuh hasta ayer en Madrid y, probablemente en España y, seguramente, en gran parte del mundo. Y, no tanto porque su nombre sea algo impronunciable para la fonética latina, como por el hecho de que casi se ocultó a sí mismo. Este fotógrafo suizo, nacido en Berlín en 1897 y fallecido en Küsnacht (Zúrich) en 1969, fue maestro y amigo de otros fotógrafos suizos de nombre internacionalmente conocido como Robert Frank (The Americans, inspiradora de On The Road de Jack Kerouak) o del fotoperiodista Werner Bischof.
“Fue un reportero gráfico famoso en los años 30 en Suiza pero luego una enfermedad le recluyó y nunca estuvo en los centros fotográficos europeos ni americanos: París, Berlin, Nueva York y, por eso, no brilló como otros”, explicaba ayer Peter Pfrunder, comisario de la retrospectiva que se inauguraba en la capital y que apadrina la Fundación MAPFRE en la Sala Azca (Avenida de General Perón, 40).
Más de cien fotografías originales, traídas por primera vez a España desde la Fotostiftung Schweiz de Winterthur , que también dirige Pfrunder, convierten a Schuh en un descubrimiento, en “un artista que marcó con su objetivo a toda una generación de fotógrafos de la postguerra europea”, como dice Alberto Manzano, presidente de la Fundación MAPFRE, en el precioso catálogo de esta muestra titulada con el nombre del fotógrafo suizo.
En conjunto, la colección de imágenes en blanco y negro, es un retrato de una época tomado desde la puerta trasera. Son el reflejo de una inmensa curiosidad por descubrir donde de verdad pasan o están pasando las cosas. Así, mientras el mundo mira el desfile de bienvenida que Berlín le daba a Mussolini en 1937, la cámara de Schuh enfoca al público, al rostro del soldado nazi henchido de orgullo o a unos niños luchando por encaramarse a una estatua para ver lo que todo el mundo mira.
Mientras los soldados del Ejército de Salvación hacen su aparición en el día de la Ascensión en Zúrich, Schuh pone el objetivo en los reclinatorios donde se arrodillan esas torturadas mujeres, que recuerdan a las de Los comulgantes (1963) del cineasta sueco Ingmar Bergman. Cuando Alemania levanta el brazo para saludar al Führer, Schuh toma una foto de la imagen de Hitler puesta en el escaparate de una carnicería.
Y, cuando viaja, el foco está en los fumadores de opio de Singapur, en los mendigos de Sumatra, en los pescadores de Java o en las sensuales jóvenes de Bali. Pero también en los mineros belgas, a los que dignifica en sus bellísimos retratos; o en la intimidad de las habitaciones donde se peinan las muchachas suizas mientras se cuentan sus confidencias, o en los parques de Roma donde se meten mano los amantes, o en la conversación de una pareja en un local, que él capta a contraluz desde la calle. Schuh es una de esas miradas que te descubren un mundo, un pedazo de la Historia, por la parte de atrás.