Francesca Woodman, con apenas 22 años, dejó un legado fotográfico de culto.
EL PAIS ISABEL LAFONT – Madrid – 01/12/2011
La mayor parte de los artistas necesitan toda una carrera para construir su obra. El caso de la fotógrafa Francesca Woodman es excepcional: precisó de menos de 10 años para dejar, tras su suicidio a los 22, un legado que la ha elevado a los altares de los artistas de culto. Tres décadas después de su desaparición en 1981, la rotundidad de su legado sigue fascinando e inquietando.
Nacida en 1958 en Boulder (Colorado, Estados Unidos), dejó a su muerte unos 800 negativos que custodian con extremado celo sus padres, la ceramista Betty Woodman y el pintor George Woodman. Por eso, cada nueva entrega de imágenes se convierte en un acontecimiento artístico. La más reciente, las 10 copias inéditas que se pueden ver en la galería La Fábrica hasta el 21 de enero, junto con otras tantas editadas anteriormente, en la exposición Unseen photographs and selected works (Fotografías inéditas y obras seleccionadas).
Las nuevas imágenes se han incluido también en la muestra inaugurada el 5 de noviembre en el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA), la primera retrospectiva de Woodman en dos décadas, que ayuda a entender el especial estado de gracia de su breve periodo creativo: «Aunque fue inusualmente dotada y precoz, el conjunto de su carrera representa una artista en el filo, ni mujer madura ni niña inocente, sino en ese tumultuoso y provisional momento previo a la verdadera madurez», escribe la conservadora de fotografía del SFMOMA Corey Keller en el ensayo A portrait of the artist as a young woman (Retrato de la artista como mujer joven).
Las imágenes inéditas que se pueden ver en La Fábrica profundizan en los temas que interesaron a la artista desde que, a los 13 años, empezara a tomar sus primeras fotografías y a explorar con un medio que en los años setenta se incorporó a los planes de estudio de las escuelas de Bellas Artes: el cuerpo femenino, la teatralización, el surrealismo y, sobre todo, el autorretrato como género, puesto que es la propia Woodman la protagonista de todas sus imágenes. «Hay que destacar que sus acciones eran el objeto de las fotografías; no le interesaba la acción en sí, sino para fotografiarla. En ese sentido, hay que distinguir sus acciones de la performance», explica Efraín Bernal, director de La Fábrica. Las imágenes están impresas en gelatina de plata y sus precios varían entre 4.000 y 6.000 euros. Como es habitual en todas las fotografías de Woodman, se editan en series de 40, aunque solo se ponen a la venta hasta la número 25. Son las normas de sus padres y albaceas.
Unseen photographs and selected works. Fotografías inéditas y seleccionadas de Francesca Woodman. Galería La Fábrica. Alameda, 9. Hasta el 21 de enero. Entrada gratuita.