Veteranos fotógrafos destapan una costumbre casi extinguida: el intercambio de imágenes entre fotorreporteros. Un repaso a legendarias discrepancias entre la firma de la imagen y quien hizo clic
MANUEL MORALES – Madrid – 11/05/2011´EL PAÍS
Pocapena era el segundo astado para el torero Manuel Granero la tarde del 7 de mayo de 1921, en la plaza de Madrid. En los tendidos, los fotógrafos Alfonso Sánchez García y Baldomero Fernández Raigón, a la espera de la gran foto. Que llegó. La imagen histórica que tomó Alfonso fue la de Pocapena volteando al diestro, que quedó en el aire cabeza abajo. El resto de la secuencia no llegó a verse en fotos. Corneado en el muslo, el torero queda sentado en el suelo, apoyado en las tablas. El animal embiste de nuevo y un pitón entra por el ojo derecho del matador. Cogida espeluznante y muerte. La foto que hizo Alfonso, sin embargo, «aparece años después en el archivo de Baldomero, quien la había reclamado siempre como suya», explica el fotohistoriador Publio López Mondéjar.
«Aquella era una época en la que los fotógrafos se intercambiaban imágenes porque no se le daba gran valor a su trabajo, así ocurrió casi desde el principio de la historia del fotoperiodismo español», señala López Mondéjar, académico de Bellas Artes. Baldomero fue «uno de los mejores fotógrafos de toros que ha habido en España», pero la cogida mortal de Granero le pilló en un tendido lejano y «fue Alfonso, muy cerca, el que logró el fotón». López Mondéjar cuenta que fue el hijo de Baldomero, el también fotógrafo José Fernández Aguayo, fallecido en 1999, quien le dijo que Alfonso le había dado aquella foto a su padre. «Cada uno se puso en un tendido y como se entendían muy bien…», señaló Fernández Aguayo, responsable de la fotografía de obras maestras de Luis Buñuel como Viridiana. Aquel gesto fue un «hoy por ti, mañana por mí». «Probablemente, cada uno publicó una foto. Alfonso se debió de quedar con la suya y le entregó otra a su compañero para que tuviera material que dar», añade López Mondéjar.
El fotoperiodismo español nació hace 150 años en Cataluña, más o menos cuando La Ilustración, propiedad de Lluís Tasso Serra, publicó un reportaje gráfico sobre los desastres ocasionados por un terremoto en Andalucía. En la maltrecha historia de este género hay que tener en cuenta la Guerra Civil y la consiguiente destrucción de archivos; además, posteriormente, la censura, el exilio… «Todo eso ha dificultado mucho la posibilidad de rastrear en aquella época y de atribuir la autoría de las fotos», explica López Mondéjar.
La foto de los guardias de asalto
Otro caso célebre fue la foto de los guardias de asalto en Barcelona, disparando, pocos días después de comenzar la Guerra Civil. El diario Ahora, republicano, dirigido entonces por el gran periodista Manuel Chaves Nogales, publicó el 29 de julio de 1936 un reportaje sobre los enfrentamientos en la capital catalana. López Mondéjar muestra en su casa, orgulloso, un ejemplar de aquel periódico con la gran imagen firmada por Gonsanhi, alias del sevillano Antonio Góncer Rodríguez. La imagen de los guardias parapetados tras unos caballos muertos está, años después, en la maleta que el valenciano Agustì Centelles se lleva en su exilio, en febrero del 39. Centelles, uno de los más grandes del fotoperiodismo español, cargó con 4.000 negativos, y después dejó las crudas fotos y un diario de los meses vividos en el campo francés de refugiados de Bram. Como otros miles de españoles allí padeció miserias, hambre, piojos, terribles diarreas y frío, hasta que fue contratado en una casa de fotos en septiembre.
López Mondéjar puso el dedo en la llaga cuando los hijos de Centelles vendieron el valioso archivo de su padre al Ministerio de Cultura en noviembre de 2009. Él sacó a la luz que una foto como la de Centelles la había firmado Gonsanhi en el Ahora. Sergi Centelles declaró entonces que su familia no quería «polémicas absurdas». «Mi padre nunca me dijo que entre sus fondos hubiese ninguna fotografía de otro; le dejó la conocida foto del caballo a Gonsanhi para que la publicara con su nombre», una circunstancia que no descarta López Mondéjar. Sin embargo, el historiador explica que «Centelles trabajaba con una Leica de 35 milímetros y que la foto de la controversia fue tomada en negativo de cristal de 10×15». Mientras que el hijo de Centelles afirma que su padre «tenía cámaras de placas y trabajó mucho con ellas antes de que se comprara la Leica en 1934».
Centelles trabajó para los servicios de propaganda republicanos y por eso «se llevó en la maleta su obra y, muy probablemente, otras fotografías que estaban en poder de esos servicios», explica el historiador.
«Lo que me contaron los supervivientes de aquella época es que era una práctica absolutamente frecuente el intercambio de fotos», sostiene López Mondéjar. Además, «la dificultad para obtener material y para cubrir la información en los frentes y en la retaguardia llevó a los profesionales a agruparse en sociedades», destaca. Hubo varias y por eso «hoy es prácticamente imposible saber si las fotos de aquellas agencias eran de uno u otro profesional».
Hacer pero no firmar
Otro caso relacionado con el problema de la autoria de las fotos es poder hacerlas pero no poder firmarlas. Eso le ocurrió a los fotógrafos del Ya que vivieron tras la guerra española el reinado de Martín Santos Yubero -que murió en 1994- en el periódico católico. «Se apoderó de las fotos de los que trabajaban con él, a los que llamaba sus ayudantes», agrega López Mondéjar. Uno de los que sufrió esa situación fue Gabriel Carvajal: «Hacíamos las fotos pero al día siguiente salían firmadas por él». Carvajal, de 79 años, narra con sorprendente tranquilidad y bonhomía lo que pasaron él y su compañero Lucio Soriano, ya fallecido. «Santos Yubero se quedaba todos los negativos en casa, incluidas fotos nuestras, claro».
Carvajal recuerda aquellos duros tiempos mientras su pequeño nieto le reclama atención, pero él continúa. Sobre todo lamenta las muchas fotos que hizo y en las que nunca pudo poner su nombre: «Las de toros o la de la firma de los acuerdos de España con Estados Unidos; la firma en Exteriores, a las seis de la mañana un día de marzo de 1956, del documento que concedía la independencia a Marruecos. Yo hice esa foto».
Más peso para las fotos
Esta situación la padeció hasta 1960, «cuando el Ya empieza a utilizar el huecograbado y le da más peso a la parte gráfica». Entonces, el director del diario llamó a capítulo a Santos Yubero, «este llegó a decirnos que iba a escribir una carta en nuestro nombre diciendo que renunciábamos a la firma. Como nos negamos a ese apaño, nos mantuvo en el ostracismo y se buscó otro fotógrafo para poder seguir firmando lo que él no hacía», dice Carvajal. «Solo entonces, cuando empezamos a firmar, los compañeros de profesión nos decían ‘pero si sois buenos fotógrafos». Sin embargo, Carvajal no se ha visto resarcido. Santos Yubero vendió en 1988 su archivo a la Comunidad de Madrid y él ha tenido que pelear para que sus fotos tengan al menos la rúbrica «Archivo de la Comunidad de Madrid» y no vea más el nombre de su exjefe en su trabajo, «que sería aún más escarnio».
Otro veterano fotógrafo, que corrobora punto por punto la historia de Carvajal, cuenta los intercambios que vivió en su etapa en la prensa deportiva. Unas veces dio y otras, con gran alivio, recibió material. Él ayudó, por ejemplo, a un fotógrafo de Pueblo tras un Real Madrid-Inter de Milán de la entonces Copa de Europa, en los sesenta. «Se le veló el carrete y vino hecho polvo, entonces le di a elegir una de mis fotos, excepto, lógicamente, la que iba a dar yo para mi periódico». Gesto de compañero. Años después, él era el agobiado cuando no pudo recoger una jugada decisiva en un partido de España en el Mundial de Estados Unidos. En aquella ocasión, un fotógrafo amigo de Diario 16 le regaló la imagen que él no pudo hacer y que, suspira, publicó en su periódico. Entre medias, casos similares para dar y tomar.
De esa generación de grandes reporteros, que fotografió el tardofranquismo y el inicio de la democracia surgió, según López Mondéjar, poco a poco un mayor sentido de la autoría de su trabajo. Se avanzó hacia un reconocimiento profesional y económico. Pero el historiador cree que llegó tarde para los pioneros del fotoperiodismo español, que nunca estarán suficientemente valorados. «¡Es que eran muy buenos!, eran unos artesanos; además algunos trabajaron en las grandes revistas gráficas, como Mundo gráfico, en las que la imagen era la protagonista». Cayó el telón para un tiempo y un tipo de publicaciones que, por ahora, no volverán.