El artista madrileño sigue trabajando en su serie sobre clásicos de la pintura
ÁNGELES GARCÍA – Madrid – 11/11/2010 EL PAIS
Acaba de terminar su versión de La última cena, de Leonardo da Vinci, y trabaja en el Guernica, de Picasso. Su aventura de interpretar a los clásicos de la historia del arte no tiene aún final. Reducidos al puro escenario carentes de figuras humanas, los cuadros toman una vida nueva en manos de José Manuel Ballester (Madrid, 1960), quien por su «singular interpretación del espacio arquitectónico y la luz, y por su aportación destacada a la renovación de las técnicas fotográficas», recibió ayer el Premio Nacional de Fotografía, dotado con 30.000 euros.
Ballester se enteró a última hora de la tarde, inmerso en su trabajo. Con exposiciones abiertas en Pekín y París, y el Premio Nacional de Grabado 1989 en su extensísimo currículo, el artista declaró estar sorprendido y contento: «Este trabajo es lo que da sentido a mi vida. A él me agarro en todas mis dudas y mis crisis. Me siento muy comprometido con lo que hago». La obra de Ballester es una feliz mezcla de su pasión por la pintura, la arquitectura y la fotografía, y de su dominio de estas expresiones artísticas. Si sus pinturas primeras parecían fotografías de arquitectura, ahora es la fotografía la que depura las imágenes de su obra final.
¿Es una osadía despoblar El jardín de las delicias o dejar sin apóstoles La última cena? «No es una audacia desmedida, ni mucho menos», explica. «El resultado de La última cena recuerda más a un bodegón de Zurbarán que a la obra de Leonardo. No es un atrevimiento. Es una necesidad de hacer las cosas. No tiene sentido intentar superar a Velázquez, El Bosco o Zurbarán. Tampoco quiero renunciar al patrimonio artístico que forma parte de mi cultura. Por eso, con el máximo respeto, creé la serie Espacios ocultos, en la que muestro mi mirada sobre el mundo clásico; una serie que de momento no tiene fin».
Ballester valora estos premios. «Me hace ilusión, más cuando no te has presentado y han decidido dártelo». Asegura que no hará como Santiago Sierra, premio Nacional de Bellas Artes, que renunció a las 24 horas del anuncio. «Lo acepto y lo agradezco». Sus planes inmediatos consisten en seguir trabajando y llenando de lirismo los paisajes que cada día sonríen a su cámara