Cogí mi cámara y decidí viajar hasta California. No fue el mejor viaje de mi vida ni eran los mejores momentos para viajar. El país sufría una gran crisis, aun así decidí ir.
Recuerdo ese viaje como uno de los más intensos de mi vida, por la cantidad de fotografías que mis ojos captaron y mi cámara dejó reflejadas, pero sin duda hay una que me impactó y jamás se me olvidará el momento, el lugar, ni la persona.
Era el año 1936, me encontraba en el condado de Santa Cruz, en el estado estadounidense de California, y pasando por la cuidad de Scotts Valley me llamó la atención la pobreza que había en aquel momento, la desesperación de la gente por salir de allí. Los habitantes de esa ciudad eran trabajadores del campo y en esa época hasta el trabajo de campesino iba mal, no había cosecha que recoger y la gente moría de hambre, me impactó la gran cantidad de niños que había, madres con más de siete hijos, no me lo podía explicar.
Decidí salir, seguir con mi camino, llegar a mi destino y vivir nuevas experiencias, pero a diez kilómetros de la cuidad, allí estaba esa mujer. Una mujer tirada en la carretera con sus hijos, tres hijos a su cargo, sola. Paré mi coche y bajé, ella me miró y yo la miré, su mirada era de tristeza, de desesperación, me transmitía algo que nunca sabré explicar.
Ella se encontraba en la orilla de la carretera, con sus hijos, y sin más lo primero que pasó por mi mente fue sacar mi cámara, quería fotografiar aquella mujer que sin decir una palabra me transmitía tanto. Ella no dijo nada y a mí no se ocurrió qué decirle, no me atreví ni a preguntarle el nombre. Me miraba fijamente y yo con mi cámara Leica en mano, mi objetivo de 50mm, un diafragma cerrado, in ISO 200 y una velocidad de 1/60 ya que ella y los niños permanecían quietos en todo momento, le hice una fotografía, pero quise repetirla, con mi mismo objetivo me acerque más ella, quería encuadrarla, que ocupara ella y los niños toda la imagen, los niños se taparon la cara, estaban como en segundo plano, acaparando su madre toda la importancia de la fotografía, pero no me importó, lo que quería reflejar era la mirada de aquella mujer, puse el ISO de mi cara a 100 y el diafragma a f/8 y volví a disparar, era la fotografía perfecta, lo que yo quería que expresara exactamente.
Al bajar la cámara volví a mirar a la mujer y ella seguía con la mirada perdida, me miró me dijo su nombre y me dijo “te deseo suerte en tu camino, espero ayudarte y que tú me ayudes algún día”, justo en ese momento bajó la mirada y comprendí que era momento de marcharme. Seguí mi camino, y está claro que recibió mi ayuda.