Por: Paz Domingo | 17 de mayo de 2012 EL PAÍS
La historia de una foto que tiene autor
Por: Paz Domingo | 17 de mayo de 2012
El torero Ignació Sánchez Mejías llora la muerte de Joselito en la enfermería de la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo) el 16 de mayo de 1920. Fue reproducida por primera vez en la revista Mundo Gráfico el 19 de mayo y firmada por Campúa (seudónimo de José Demaría Vázquez). Más tarde, apareció impresa en el libro Joselito, que se editó ese mismo año, escrito por El Caballero Audaz con imágenes del mismo Campúa. Fotografía: Archivo Campúa.
Es una de las imágenes más emblemáticas de la historia de la fotografía taurina y, quizá también, una de las más dramáticas, aunque la escena no se desarrolle en un ruedo. El torero Ignacio Sánchez Mejías, inclinado sobre el cuerpo sin vida de Joselito, apoya su mano derecha en la cabeza del diestro sevillano muerto de una cornada horas antes en la plaza de Talavera de la Reina, y con la izquierda sujeta su desconsuelo. La firma de esta fotografía también ha padecido una auténtica desventura. Atribuida en ocasiones al fotógrafo Baldomero, y en otras no aparece reseñada, reproducida en incontables ocasiones, la instantánea fue realizada por José Demaría Vázquez, Campúa, y fue publicada por primera vez en la revista Mundo Gráfico el 19 de mayo de 1920, tres días después del fallecimiento de Gallito. El argumento de este texto es averiguar qué produjo este desconcierto.
La incertidumbre surgió con la elaboración del artículo para este soporte digital y en el que se relataban las horas trascurridas en el último día de la vida de Joselito, la efeméride más recordada en la memoria de los aficionados y en la historia taurómaca. La imagen tomada en la enfermería de la plaza de toros de Talavera de la Reina es uno de los momentos imprescindibles en la secuencia de los hechos. ¿Quién hizo esta foto? ¿Quién estaba allí? ¿Quién acertó a plasmar el acontecimiento de mayor trascendencia entonces, y aún hoy, en el mundo de los toros?
El único informador de los hechos fue Gregorio Corrochano, crítico taurino de ABC, que había acompañado a Joselito hasta Talavera por tratarse de un amigo personal del diestro, además de ser el pueblo toledano su lugar de nacimiento. En el encabezamiento de la crónica del día siguiente, 17 de mayo, en la edición de la tarde, el rotativo madrileño aseguraba que era “el único revistero asistente a la corrida”, y el cronista relataba en su narración cómo “desde las dos (de la madrugada), y ya casi sin interrupción, empezaron a llegar automóviles desde Madrid con redactores y fotógrafos de todos o casi todos los periódicos. Todos, sabiendo que había sido el único revistero que asistió a la corrida, me interrogaban con las mismas palabras e igualmente alarmados. ¿Pero qué ha pasado? Ya lo veis –les respondía-. Que a Joselito le ha matado un toro”.
Única imagen que existe de Joselito en la corrida de Talavera de la Reina donde se produjo la cogida mortal por el toro Bailador. Fue publicada por primera vez en la revista Mundo Gráfico y firmada por Campúa, lo que viene a demostrar que fue el único fótografo que se encontraba en el pueblo manchego la tarde de tan triste recuerdo. Fotografía: Archivo Campúa.Pero sí hubo un fotógrafo ese día en Talavera. El misterio se desvelaba tres días más tarde en la revista popular Mundo Gráfico, fundada y dirigida por José Demaría López, Campúa, con un módico precio y una tirada que sobrepasaba los cien mil ejemplares. En un amplio reportaje gráfico sobre la muerte del diestro, el traslado del féretro desde Talavera y el recibimiento en la estación madrileña de Delicias, estaba encabezada por esta imagen de los dos toreros, amigos y cuñados; uno muerto y el otro desconsolado. Aparece firmada Campúa, pero no por el director, sino por su hijo, José Demaría Vázquez, que había heredado el sobrenombre y una vocación reportera imposible de “reprimir por el padre”. “Fue un hombre de suerte, y también de riesgo”. Así, describe hoy el bisnieto y nieto de los Campúa, José Fernández Demaría, el don de la oportunidad y la casualidad del hijo del afamado periodista Campúa (por sus reportajes gráficos –tanto en el frente del Rif como por los realizados a la familia real)-, que entonces, con veinte años de edad, estuviera en el momento adecuado y en el lugar preciso. Incluso, imposible de predecir, porque la actuación de Joselito en Talavera se decidió a última hora, pues había estado anunciado en Madrid la tarde del 16 de mayo.
Es cierto, que muchos reporteros gráficos tomaron instantáneas del diestro muerto sobre la camilla y rodeado de su cuadrilla, escena inmortalizada, entre otros, por el hijo del fotógrafo Alfonso, (Alfonso Sánchez Portela, Alfonsito). Sin embargo, el momento descrito en la imagen se produjo mucho antes. Corrochano así lo antepone en la descripción de los hechos: “Y llegó la noche, una noche tristísima, angustiosa, que pasamos a la enfermería mirando a Joselito, alumbrados por unas velas que proyectaban sombras siniestras que se movían. Las cuadrillas, aquellos hombres fuertes y hercúleos hechos a la brega con los toros y a las emociones trágicas, lloraban como niños. Sánchez Mejías no tenía consuelo, y repetía incesantemente: ¡Qué fatalidad, qué fatalidad!”
Varios fotógrafos tomaron la misma instantánea durante la larga noche. Fueron llegando en la madrugada del lunes a Talavera procedentes de Madrid. Estas dos imágenes se tomaron probablemente casi al mismo tiempo, cuando abrieron las puertas de la enfermería a los reporteros gráficos. La fotografía de arriba fue realizada por Campúa y la de abajo, por Alfonso Sánchez Portela, -llamado popularmente Alfonsito, por tratarse del hijo del afamado Alfonso-, y reproducida en Alfonso, cincuenta años de historia de España, de Publio López Mondéjar (Lunwerg. Madrid, 2004).
Quizá, como otros reporteros, Campúa encontró en Joselito el abundante filón que significaba la máxima figura del toreo, muy bien aprovechada por las revistas gráficas de la época que necesitan abundante material para sus páginas de huecograbado, algunas a todo color. Quizá, decidió seguirle para sacarse unas pesetillas, fórmula empleada con frecuencia por los reporter que ofertaban las reproducciones a los matadores para su álbum personal y profesional. Tras el impacto que supuso en la sociedad española, todos los periódicos y editoriales intentaron rentabilizar la conmoción que provocó la muerte de Joselito. A los pocos días de la desaparición del diestro sevillano se editó un libro biográfico con el nombre de Joselito, escrito por El Caballero Audaz, seudónimo del periodista José María Carretero, e ilustrado con imágenes de Campúa, muchas de ellas tomadas en Talavera. Al parecer, se imprimieron cerca de medio millón de folletos. Dentro del libro, se encuentra una de las claves. Además de la imagen de los dos toreros, se reproducen otras dos, ambas tomadas desde la ventana de la enfermería; la cercana, en que se ve únicamente a Joselito sobre la mesa, con la cabeza apoyada y cubiertos los hombros con una manta tosca a modo de sudario; y la otra alejada en la que aparece el cuerpo del torero, tras los barrotes de la ventana, al fondo de la habitación en penumbra. Además, en el reportaje aparece la última imagen de Joselito con vida, realizando un ayudado de muleta, rodilla en tierra, en la plaza manchega, con la silueta de la Iglesia de Nuestra Señora del Prado al fondo, y que también fueron publicadas con la firma de Campúa en la segunda entrega de Mundo Gráfico el 21 de mayo. Quizá, como otros reporteros, Campúa encontró en Joselito el abundante filón que significaba la máxima figura del toreo, muy bien aprovechada por las revistas gráficas de la época que necesitan abundante material para sus páginas de huecograbado, algunas a todo color. Quizá, decidió seguirle para sacarse unas pesetillas, fórmula empleada con frecuencia por los reporter que ofertaban las reproducciones a los matadores para su álbum personal y profesional. Tras el impacto que supuso en la sociedad española, todos los periódicos y editoriales intentaron rentabilizar la conmoción que provocó la muerte de Joselito. A los pocos días de la desaparición del diestro sevillano se editó un libro biográfico con el nombre de Joselito, escrito por El Caballero Audaz, seudónimo del periodista José María Carretero, e ilustrado con imágenes de Campúa, muchas de ellas tomadas en Talavera. Al parecer, se imprimieron cerca de medio millón de folletos. Dentro del libro, se encuentra una de las claves. Además de la imagen de los dos toreros, se reproducen otras dos, ambas tomadas desde la ventana de la enfermería; la cercana, en que se ve únicamente a Joselito sobre la mesa, con la cabeza apoyada y cubiertos los hombros con una manta tosca a modo de sudario; y la otra alejada en la que aparece el cuerpo del torero, tras los barrotes de la ventana, al fondo de la habitación en penumbra. Además, en el reportaje aparece la última imagen de Joselito con vida, realizando un ayudado de muleta, rodilla en tierra, en la plaza manchega, con la silueta de la Iglesia de Nuestra Señora del Prado al fondo, y que también fueron publicadas con la firma de Campúa en la segunda entrega de Mundo Gráfico el 21 de mayo.
Esta imagen fue tomada por Campúa a través de la ventana de la enfermería, para después acercar el plano. Con seguridad, Baldomero realizó la misma instantánea y la misma técnica, aunque con un ángulo ligeramente diferente, como se demuestra en las siguientes fotografías. Fotografía: Archivo Campúa.Manuel Durán Blázquez y Juan Miguel Sánchez Vigil, autores de Historia de la fotografía taurina, publicada por Espasa en 1991, recogen la confusión que produjo la noticia de la desgracia de Talavera y la necesidad de argumentación gráfica que necesitaban los periódicos. “Los fotógrafos desplazados fueron muchísimos, entre ellos Alfonso hijo, Campúa, Torres y Portela”. Sin embargo, recogen la insistencia de Campúa en reclamar su exclusiva, pues “declaró en infinidad de ocasiones que sólo él había conseguido entrar en la capilla ardiente de Joselito, mientras Baldomero aseguró que fueron muchos los que estuvieron presentes”.
Arriba, Imagen tomada por Campúa. Abajo, la intantánea de Baldomero. Resulta difícil de apreciar la ligera inclinación que tiene la cabeza de Joselito en ambas tomas, realizadas a través de los barrotes de la ventana y acercando el plano. La gran similitud es lo que posiblemente produjo la confusión, atribuyendo la foto del llanto de Sánchez Mejías también a Baldomero, simplemente por una suposición errónea de que todo el material pertenecía a este último fotógrafo.
Baldomero estuvo. No hay duda. Realizó la misma toma que Campúa, desde la ventana de la enfermería, del cuerpo yacente de Joselito en solitario, sobre una camilla, pero con un ligero y distinto ángulo solamente apreciable si se comparan ambas instantáneas al mismo tiempo. Y aquí puede estar la explicación de cómo se atribuyó la fotografía de los dos toreros a Baldomero. Parece lógico, tras la popularidad de la fotografía de Baldomero, que la otra imagen también de los dos amigos estuviera realizada por el mismo fotógrafo. En la retrospectiva publicada por Turner en 1991, Baldomero y Aguayo, fotógrafos taurinos, se recoge la siguiente afirmación, tantas veces repetida, que Baldomero, una vez más “con la suerte de cara y según es tradición familiar, consigue hacer a través de la ventana de la enfermería de la plaza una foto magistral y espontánea, la que capta el momento en que Sánchez Mejías, cogido a una mano de Joselito”, cuando según queda explicado retrató a Joselito en solitario, pero no la imagen que ha servido de argumento en este texto.
Fotografía de Campúa publicada en la edición especial del libro escrito por El Caballero Audaz. En el pie se puede leer: “Está amaneciendo… El pueblo de Talavera desfila, conmovido, ante el cadáver del lidiador gallardo, a quien poco antes aclamaba frenéticamente”. La autoría de Campúa de la esta emblemática fotografía de la historia de la tauromaquia también la ha reivindicado, por ejemplo, Salvador Arias Nieto, Presidente del Aula de Cultura La Venencia. Pero a pesar de los intentos, incluso del mismo Campúa hasta 1975, año de su fallecimiento, y ahora su nieto José Fernández Demaría, se siguen cometiendo los mismos errores y las mismas omisiones cuando se trata de firmarla convenientemente. El legado fotográfico de Campúa estuvo olvidado durante años, incluso quedó mermado después de las donaciones que se hicieron a embajadas, museos militares y al fondo perteneciente a la familia real. Fernández Demaría, después de adquirir el material gráfico “gran parte sin revelar”, es el encargado de recopilar este voluminoso material, convertirlo en archivo y poner en marcha una antología de las fotos “de mi abuelo más conocidas y que son las de la Guerra Civil”. “Imagínate”, dice, “todo lo relativo a los toros está todavía sin tocar”. La retrospectiva de obra de Campúa, así como la de Díaz Casariego, es una asignatura aún pendiente para completar la historia de la fotografía española del pasado siglo. En opinión de Fernández Demaría, para ambos “se dio la circunstancia que no tuvieron un descendiente en el oficio que se encargara de dar continuidad al legado fotográfico”. “Mucho ha tenido que ver el cambio de perspectiva social y política”, asegura, refiriéndose al hecho que José María Vázquez, Campúa, fue el fotógrafo oficial de Franco. Entre sus documentos más importantes se encuentran los reportajes de la visita a Las Hurdes del rey Alfonso XII, de la zona nacional en la Guerra Civil y la campaña del Norte de África. Fundó la Agencia Express -en la época que realizó las imágenes de Joselito en Talavera- y fue empresario teatral en la década de los años cuarenta.