Ángeles García. 14 de marzo de 2012 EL PAÍS
En una conversación con el transgresor y polifacético John Waters, Cindy Sherman (New Jersey, 1954), habla del autorretrato y da una sorprendente explicación de por qué ha optado por enfocarse a así misma en lugar de utilizar modelos. El cineasta apunta razones económicas, como ocurría con Van Gogh, por ejemplo, pero las razones de Cindy son originales también en este campo. Durante la primera década de su trayectoria, rememora la artista, trabajaba en el más absoluto de los secretos. La inseguridad y la indefinición le servían de compañía. Inventaba, se disfrazaba y procedía. Nada de todo ello salía de las paredes de su estudio. Solo cuando estuvo segura y percibió aceptación y entendimiento, dejó ver el resultado de sus rompedores experimentos. Tan divertida como inquietante, su obra cuenta con seguidores incondicionales en todo el mundo
Ahora, con 57 años,la propia Cindy Sherman, sigue siendo el rostro visible de toda su obra, aunque a veces resulte difícil reconocerla. Sus fascinantes interpretaciones a través de la fotografía, la performance o el teatro, han hecho de ella una de las artistas más importantes e influyentes del momento. La antológica que hasta el 14 de junio le dedica el MoMa, tiene toda la pinta de convertirse en el acontecimiento de la temporada en el museo neoyorquino. Coincidiendo con la muestra, se acaba de publicar en español un libro-catálogo que lleva por título el nombre de la artista: Cindy Sherman (La Fábrica). Agrupadas por temas, se incluyen 180 fotografías que resumen 35 años de trabajo. El libro contiene textos de Eva Respini y un historial de exposiciones y una biografía de Cindy Sherman firmada por Lucy Gallum. Además, incluye artículos de Johana Burton y una entretenida conversación entre John Waters y la artista.
La exposición en el MoMa es una auténtica inmensión en los sueños, pesadillas y obsesiones de Sherman. Todo lo que odia y todo lo que admira, interpretado por ella misma. Cada trabajo está pensado, dirigido y fotografiado por ella. La artista es la responsable absoluta de la producción de cada pieza, incluido vestuario y maquillaje. Su fascinación original por el disfraz llega a veces al delirio y así se la puede ver transformada en glamourosa actriz de los 50, tortuosa protagonista de un filme europeo o un monstruo de la peor de las pesadillas infantiles. Las huellas de sus performances y películas cuelgan enredadas en un mundo laberíntico en el que están presentes cada una de sus obsesiones. El recorrido por las salas de la segunda planta del museo es toda una aventura y un juego en el que la memoria del espectador investiga sobre los personajes que han inspirado el resultado final. La perspectiva sobre la obra completa de Sherman multiplica la fascinación que siempre ha despertado la artista.