Ángeles García. 9 de febrero de 2012. EL PAÍS
Una exposición descubre la obra del fotógrafo estadounidense Lewis Hine, pionero del documentalismo social
Fue uno de los pioneros en entender que el arte es un instrumento perfecto para cambiar la realidad. El trabajo infantil, la emigración y las terribles condiciones de vida de los obreros en Estados Unidos a comienzos del siglo XX fueron permanente motivo de inspiración de Lewis Hine (Wisconsin, 1874-Nueva York, 1940), fotógrafo estadounidense y pionero del documentalismo social. La fundación Mapfre dedica al artista una retrospectiva con 170 imágenes que a partir de mañana se puede visitar en su sede madrileña.
Maestro y sociólogo de profesión, la fotografía no fue su vocación inicial. Él quería cambiar el mundo y buscaba pruebas sobre las que armar sus argumentos. Con un grupo de estudiantes se adentró en las condiciones de vida de los niños durante el cambio de siglo. El escenario era la isla de Ellis, el centro de recepción de inmigrantes en Manhattan.
Allí retrató la llegada de embarcaciones cargadas de exhaustas familias europeas que huían del hambre de sus países de origen, hombres y mujeres de mirada aturdida, grupos de italianos sentados sobre sus petates a la espera de destino, mujeres dormitando y niños, muchos niños, con marcas de mugre en la cara y tristeza infinita en la mirada. Esas primeras imágenes le convencieron de la fuerza que la fotografía para influir en la opinión pública. Ya nunca soltaría la cámara.
Capturó la llegada y quiso seguirles hacia los lugares en los que hacinaban, en los que comían y en los que trabajaban. Aspiró a denunciar el rechazo de la población americana que les recriminaba el no conocer su idioma, sus costumbres, sus familias numerosas con mujeres siempre preñadas y cargadas de hijos…Es un patrón de comportamiento que, como recuerda la comisaria, Alison Nordström, repetimos los países ricos ante la llegada de inmigrantes del tercer mundo.
Los niños trabajadores en Estados Unidos, entre 1903 y 1913, fue su segunda serie importante, aunque el tema no lo abandonaría nunca. Retrató numerosos niños y niñas con expresión de adultos que trabajaban 14 horas en las fábricas, como repartidores, lustrando zapatos o colocando bolos para que otros jugaran. Lejos de ir a la escuela, les contrataban para los trabajos más penosos por menos dinero que a los adultos y, al igual que los mayores, los pequeños sufrían accidentes por los que terminaban con las piernas o los brazos amputados y condenados a la mendicidad de por vida. Con estas fotos Lewis Hine luchó y logró grandes avances para mejorar las viviendas de los extranjeros y erradicar los talleres de explotación infantil.
A finales de la primera Guerra Mundial, Hine viajo a Europa y, empotrado en la Cruz Roja Americana, pudo seguir a los niños, las grandes víctimas también en las guerras.
La construcción del Empire State en Nueva York (1930-1931) le dio las oportunidad de denunciar las condiciones de peligrosidad en las que trabajaban los obreros de la construcción. Hay hombres que parecen volar entre las grúas, otros que se refugian de los cascotes que caen o aguantan el viento paleta en mano.
Lewis Hine empezaba a vivir de la fotografía cuando murió de una complicación posoperatoria en un hospital neoyorkino. Había recibido encargos de Life o Fortune pero no le pagaron suficiente para evitar el desahucio de su casa. Murió solo y pobre, sin saber que se convertiría en el maestro de la fotografía documental.