JUAN PECES – París – 15/01/2012 EL PAIS
El entorno de la fotógrafa fallecida analiza el legado de la pionera de Magnum, protagonista de un nuevo libro-homenaje sobre su exigente trabajo periodístico
Haber nacido mujer, diminuta y en el seno de una familia numerosa fundada por un rabino ucranio emigrado a EE UU no parecía augurar a Eve Cohen un gran futuro en el fotoperiodismo en 1912. Contra todo pronóstico, la séptima hija de Velvel Sklarski fue la primera fotógrafa en ser iniciada como tal en esa «familia disfuncional, ingobernable y llena de talento» -en palabras de Russell Miller-, conocida como Magnum Photos, en 1951.
Con motivo de su fallecimiento, a los 99 años, el pasado 4 de enero en la residencia londinense St. George’s, EL PAÍS ha recabado el testimonio de algunas de las personas que conocieron a la fotógrafa, a quien la editorial teNeues rinde homenaje con la publicación del libro All about Eve.
La obra, con un ensayo introductorio de la escritora y periodista Liz Jobey (The Guardian, Granta), permite apreciar los primeros trabajos de Eve Arnold -el nombre que adoptó tras su matrimonio- sobre migrantes negros en el norte de EE UU y las audiencias del macartismo, por ejemplo, así como su mirada costumbrista sobre Nueva York y Londres. El énfasis está en su faceta de reportera y sus trabajos -muchos, para la revista del Sunday Times de Londres- sobre musulmanes negros, el Partido Nazi Americano, la Unión Soviética y sus viajes a Centroamérica, China y África.
La fotógrafa Susan Meiselas destaca el ambiente familiar y de revisión entre pares que era moneda corriente en las primeras décadas de Magnum. Como amiga y compañera en la mítica agencia de Arnold, estima que «su acercamiento y la relación con los personajes, más que el estilo fotográfico», fueron su rasgo definitorio. En el plano personal, Eve fue, para Meiselas, una profesional «de gran determinación, con la energía para dirigirse a sí misma y la generosidad para tener en cuenta a los demás».
Más allá de la faceta de fotógrafa de rodaje (sus fotos de Marilyn Monroe son legendarias) hay una trayectoria de reporterismo que le llevó a fotografiar una China prácticamente velada para Occidente, a empotrarse un año en el entorno del activista Malcom X y a mostrar, en su proyecto Tras el velo, la cultura árabe a una audiencia global.
«Su trabajo en China en los años setenta fue muy importante, porque era una de las primeras en tener acceso a esa realidad y no escatimó esfuerzos para documentarse». Habla la comisaria Brigitte Lardinois, directora asociada del departamento de Fotografía de la Universidad de las Artes de Londres y excomisaria del centro Barbican. «Tomaba fotos sin juzgar al personaje, con un respeto absoluto», afirma. «Su serie sobre Malcom X fue crucial».
Como fundadora del departamento cultural de Magnum en Londres, Lardinois tuvo un contacto muy estrecho con la fotógrafa, de la que acabó siendo amiga. Entre otros recuerdos, evoca la exposición Magna Brava, que organizó junto a la comisaria Sara Stevenson en Escocia en 1999. Reflejaba la obra de las únicas cinco fotógrafas de Magnum. «Además de Eve, expusieron Inge Morath, Susan Meiselas, Marilyn Silverstone -que se convertiría en una monja budista- y Martine Franck. ¡Qué fuerza tenían esas mujeres!», proclama.
La comisaria propuso en 2009 a Thames & Hudson hacer el libro Eve Arnold’s people para mostrar la diversidad de su obra. «Hasta entonces, ella había escrito sus propios libros. En esta ocasión invité a participar a amigos y gente que trabajó con ella: Isabella Rossellini, Anjelica Huston, Michael Rand, Elliott Erwitt…».
Arnold fue ejemplar no solo por las imágenes de celebridades, sino por la nobleza de carácter y la humildad con la que se acercaba a sus personajes. «Eve perteneció a una generación totalmente digna de confianza», dice Lardinois. «Yo he visto hojas de contacto con imágenes que Marilyn Monroe no quería ver publicadas, y ella la respetó. Su integridad estaba absolutamente fuera de toda duda, por eso accedió a los corazones de las personas».
Hablamos de una mujer que, ante la insistencia de una Joan Crawford espiritosa de ser inmortalizada en toda su crepuscular desnudez, acabó por enviarle los negativos a la actriz, convencida de que, tarde o temprano, acabarían en las manos equivocadas.
James A. Fox, editor y archivista en la época dorada de Magnum, recuerda «lo nada pretenciosa» que era Arnold, a la que conoció con ocasión de la exposición Magna Brava. Fox, que solía recabar información de los fotógrafos para documentar adecuadamente las imágenes, afirma que ella «exigía eficiencia», lo cual no le impedía ser una persona «muy sencilla». Desde su retiro en París, Fox expresa su admiración por la labor que Arnold hizo en China en una época en la que los fotógrafos, a menudo, debían enviar sus carretes de forma clandestina.
Para la galerista británica Zelda Cheatle, socia del Tosca Fund y antigua responsable de ventas de la Photographer’s Gallery londinense, el punto fuerte de Arnold era «su voluntad de conectar con las personas y su sentido común, ya se tratara de retratar la pobreza, la excentricidad o la fama».
Cheatle lamenta que Eve no pudiera llegar a tener en sus manos el libro All about Eve, en el que ha estado trabajando con la editorial, para el que ha sido crucial su colección de fotos. «En el libro se han incluido imágenes que mucha gente no ha visto nunca, y algunas que no han sido apenas difundidas».
La fotógrafa que se sobrepuso a unos orígenes humildes, a un padre con una visión reduccionista de la mujer, a una crítica devastadora en su primera clase formal de fotografía y a un matrimonio y un bebé malogrados, quiso poner su mirada, su curiosidad y su pluma al servicio del fotoperiodismo. En palabras de Brigitte Lardinois, Eve Arnold «debería ser recordada como una persona que sabía contar bien una historia con imágenes, y que era consciente del papel que podía tener en la denuncia de las injusticias».