Varios países quieren limitar la publicidad con fotos retocadas – Los médicos de EE UU alertan del peligro para los jóvenes
DAVID ALANDETE 04/12/2011 EL PAIS
Photoshop es la poción de la eterna juventud, de la que beben famosos de toda índole para quitarse de encima ya no años, sino décadas. Ojeando cualquier revista de moda o del corazón queda claro: hay un nuevo arquetipo de belleza, encarnado por celebridades como Madonna, Julia Roberts, Sharon Stone o Sarah Jessica Parker. Parecen habitar en un limbo atemporal: sin arrugas, sin ojeras, sin patas de gallo, sin granos, sin celulitis, sin michelines, sin estrías. Esos famosos son un espejo en el que se miran adolescentes de todo el mundo. Ahora, diversos países están considerando si obligan por ley a los anunciantes a revelar qué fotos han sido alteradas informáticamente, para evitar la publicidad engañosa. Un grupo de científicos de Estados Unidos ha ido más lejos, creando un sistema de medición que ayudaría a clarificar, en cada foto, cuán realista, y por lo tanto, cuán honesta es.
Hace poco aparecieron en la Red unas imágenes de la cantante Madonna, de 53 años, de una serie tomada en 2008 por el fotógrafo Steven Klein. Eran las mismas fotos que sirvieron para promocionar su último álbum de estudio, pero con una diferencia: eran las versiones a las que no se les había aplicado todavía el programa informático de tratamiento de imagen Photoshop. En ellas aparecía Madonna como no se acostumbra a verla: con arrugas, con pliegues, con patas de gallo, con brillos en la piel y grandes ojeras. Es decir, humana. El contraste entre las fotos sin retocar y las que se difundieron a las revistas es comparable al que existe entre el personaje Dorian Gray y su célebre retrato en la novela de Oscar Wilde.
En aquella instancia, Madonna promocionaba disco. Pero ¿qué sucede cuando fotos manipuladas se emplean para vender productos de belleza que prometen la eterna juventud? En julio, la agencia reguladora de la publicidad de Reino Unido ordenó a las empresas L’Oréal y Maybelline retirar dos campañas publicitarias de cremas antiarrugas con fotos de Julia Roberts (44 años) y Christie Turlington (42) por considerarlas engañosas y romper las normas que previenen la publicidad exagerada. Parlamentarios de Reino Unido, Francia y Noruega han propuesto leyes que obligaría a las empresas de belleza a revelar expresamente en sus anuncios si sus fotos han pasado por Photoshop.
En el profesor de la universidad norteamericana de Darmouth Hany Farid esos legisladores tienen un gran aliado. Farid, doctor en Ingeniería Informática y experto en ciencias cognitivas, ha dedicado una gran parte de su carrera a establecer una verdadera práctica de la investigación de las imágenes fotográficas. Busca rastros de uso de Photoshop en ellas, a la caza de alteraciones geométricas (en piernas, brazos, caderas, pechos, pómulos, cuellos, ojos) y de tono y textura de la piel (el célebre uso del aerógrafo, que difumina la piel y elimina imperfecciones). Y ha creado un sistema para averiguar hasta qué punto las imágenes han sido retocadas atendiendo a esos dos parámetros. Ese software puede medir la diferencia entre original y copia modificada, en una escala de uno a cinco, entre lo razonablemente realista y lo exorbitantemente retocado.
«Reino Unido, Francia y Noruega están considerando leyes que obligarían a que las fotos retocadas queden etiquetadas como tales», explica el profesor Farid a EL PAÍS. «Nuestra tecnología podría proporcionar un modo fiable de distinguir cuándo se trata de un retoque insignificante [recorte del marco de la foto, una mera corrección de color, etcétera] y cuándo es una alteración esencial [disminución del peso corporal en un 30%, por ejemplo, o la eliminación de todas las arrugas e imperfecciones]. Esta tecnología también podría ser empleada por aquellos técnicos que retocan fotos, para ayudarles a medir el grado en que la imagen modificada se aleja de la realidad. Y, por último, podría ser muy útil para los editores de revistas que quieran demostrar que se preocupan por reducir al mínimo las formas extremas de retoque», plantea el experto.
El doctor Farid y el investigador Eric Kee han publicado recientemente en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences un artículo sobre este asunto, titulado «Una métrica perceptiva para los retoques fotográficos». En él, explican que sometieron su sistema a prueba, con 468 fotos originales y retocadas que clasificaron con su software automático, de acuerdo a valores de entre uno (retoque mínimo) y cinco (máximo). Posteriormente, presentaron las mismas fotos a personas que participaban en el experimento. El resultado: esas personas llegaron a las mismas conclusiones que el programa informático, lo que da una idea de la precisión de este último. «Hemos desarrollado una medición métrica con gran precisión a nivel perceptivo, para medir el nivel de modificación digital de una foto. Este sistema de medición da los mismos resultados que las clasificaciones humanas de las fotos», escriben los autores del artículo.
Cierto es que muchos publicistas y editores necesitan esa tecnología. Hay toda una galería de horrores en la página web PSDisasters.com. El caso más sonado del año pasado, recogido en esa página, fue el de un anuncio de la marca de ropa norteamericana Ralph Lauren, en el que a una modelo ya de por sí muy delgada se le comprimió la cintura y las caderas hasta un extremo inhumano y totalmente grotesco. La casa de ropa interior femenina Victoria’s Secret es experta en fotos de modelos con brazos imposiblemente largos y cruces de piernas que desafían todas las leyes de la física y la anatomía. Scarlett Johansson, a pesar de que tiene 27 años, aparece en muchas de sus campañas publicitarias para firmas de lujo sin una sola expresión facial, plastificada por el todopoderoso aerógrafo, hasta parecer una caricatura de la muñeca Barbie.
¿Qué efecto tienen esas modificaciones exorbitantes sobre los adolescentes? Ya no es que se miren en modelos, actores y cantantes que son altos, estilizados y guapos. Es que tienen como objetivo parecerse a imágenes que son física y anatómicamente imposibles. «Los publicistas suelen alterar las fotografías para mejorar la apariencia de los cuerpos de modelos, y estas alteraciones pueden generar expectativas poco realistas de lo que es una imagen corporal adecuada», explica a este diario el presidente electo de la Asociación Médica Americana (AMA), el doctor Jeremy A. Lazarus. «Esto tiene un efecto especialmente más intenso entre los adolescentes más impresionables. Diversas investigaciones han vinculado la exposición a medios de comunicación que propagan imágenes con una imagen corporal poco realista a trastornos alimentarios y otros problemas de salud entre adolescentes».
AMA, la mayor agrupación de médicos de EE UU, que agrupa a 180 asociaciones de doctores, aprobó el pasado mes de junio una iniciativa por la cual está asesorando a las agencias publicitarias; a las revistas juveniles y de moda, y a las patronales que las aúnan, para que reflejen cuerpos y caras más realistas. «Hoy día no hay en EE UU normas para regular la alteración de fotografías en la publicidad. Por eso, AMA está alentando a las agrupaciones de publicistas a que colaboren con organizaciones públicas y privadas, expertas en salud infantil y juvenil, para elaborar normativas de anuncios en ese sentido, que reflejen imágenes corporales realistas», explica una portavoz de esa agrupación médica.
A veces, en Hollywood, la meca de la estilización extrema, hay también arrepentidos. Es el caso de Seth Matlins, que antes trabajaba en el sector publicitario, y que hace seis años se dio cuenta de la gran presión que los cánones del Photoshop ejercen sobre las niñas. A su hija, EllaRose, que es afroamericana, le regalaron una Barbie blanca. «Pensé entonces que mi hija no tenía por qué aspirar a parecerse a una muñeca como esa. Primero, porque era una Barbie blanca, y EllaRose es afroamericana. Y segundo, porque las formas corporales de la muñeca son imposibles», explica en conversación telefónica. Por eso creó hace un año la página web OffOurChests.com, repleta de historias personales y testimonios sobre los estragos que provocan las manipulaciones publicitarias del cuerpo y la imagen. Y por eso creó junto a su mujer, Eva, la iniciativa en favor de una Ley de Autoestima.
Esa propuesta de ley aún no tiene un texto concreto, pero tiene una importante finalidad. «Necesitamos que el Gobierno federal obligue a los medios de comunicación y a las empresas publicitarias a que revelen la verdad, en etiquetas, sobre hasta qué punto se ha manipulado la forma humana en sus fotografías», añade. «Nos debería quedar claro ya que las empresas de publicidad no lo van a hacer por sí mismas». Matlins utiliza un ejemplo bastante elocuente para ilustrar su petición: «Cuando vemos un anuncio de coches en televisión, hay un pequeño mensaje en el que se advierte que se ha rodado en un circuito cerrado y que el automóvil lo ha manejado un conductor experto. A nadie se le ocurriría probar esos derrapes y esos giros por la calle. Pues lo mismo debería suceder en el sector de la belleza, que mueve 20.000 millones de dólares [unos 15.000 millones de euros] al año en EE UU».
De momento, los Matlins han obtenido una respuesta positiva por parte de tres senadores: Barbara Boxer, de California, y Charles Schumer y Kirsten Gillibrand, de Nueva York. Los tres son demócratas. No es que la suya sea una causa muy popular en Washington. En época electoral, y fuera de ella, algunos candidatos con prominencia y dinero recurren también al Photoshop. El año pasado, la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (71 años), fue portada de la revista Capitol File. Posando ante la sede del Congreso, aparecía sin ninguna arruga y sin ninguna expresión facial, salvada del paso del tiempo por el aerógrafo. Lo mismo sucedió con Michelle Obama (47) en una portada de la revista New York de 2009. La imagen parecía extraída de un cómic, más que de la vida real. Y cuando en 2008 el candidato a la presidencia John McCain (75) apareció en la portada de la revista The Atlantic al natural, con todos sus pliegues y arrugas, muchos de sus partidarios consideraron que se había cometido una injusticia en su contra, al mostrar los efectos de su verdadera edad. Tal es el poder de Photoshop y otros programas similares: su ausencia, a veces, se considera un insulto.
El año pasado, Anna Wintour (62 años), la directora de Vogue, la revista de moda más influyente del mundo, defendió en un discurso en la Universidad de Harvard el uso del Photoshop. Aseguró, sin embargo, que en su empresa se emplea únicamente para corregir imperfecciones de la piel, y nunca para adelgazar a las modelos. La actriz Emily Blunt (28) pidió públicamente en una entrevista concedida al diario Los Angeles Times que no la adelgazaran en las fotos. «Odio cuando te estiran las piernas y te las hacen tres veces más largas de lo que deberían ser. Pueden levantarte los pezones si llevas una blusa transparente. Pueden alzarte el trasero… Pueden hacer cualquier cosa. Entiendo que corrijan cosas como sombras, algo normal después de una sesión fotográfica, pero es muy injusto que presenten una imagen corporal que no es real. Los espectadores van a ver nuestros cuerpos en las películas, así que, ¿por qué esconder los defectos en una foto?».
Con el sistema de medición del doctor Farid, las protagonistas podrían negarse a que las manipulen hasta extremos grotescos, como los de las campañas de Ralph Lauren. Podrían pedirle al editor fotográfico: «Déjeme en un uno, porque no quiero ser un cinco». Sería, además, una forma eficiente de establecer unos parámetros científicos y claros para que un consumidor sepa que, si una crema anuncia «luz radiante desde el interior» o «difusión natural de las arrugas», pero la foto que acompaña al anuncio lleva adjunto un número tres, cuatro o cinco, es más que probable que sea publicidad engañosa o, incluso, pura ficción.