Nueva York, la meca de la fotografía para el reportero catalán, acoge una gran exposición con sus imágenes más desconocidas sobre la Guerra Civil
NATALIA JUNQUERA – Madrid – 03/10/2011 EL PAIS
No hubo tiempo para refugiarse. Las sirenas de alarma no sonaron y el 2 de noviembre de 1937 la aviación italiana al servicio de Franco descargó unos 13.600 kilos de explosivos sobre Lleida. La mayoría de los hombres estaban en el frente de Aragón, de modo que las bombas solo encontraron aquel día mujeres, ancianos y niños. Poco después, en el cementerio de la ciudad, el fotoperiodista Agustí Centelles (El Grao, Valencia, 1909-Barcelona, 1985) hacía las que probablemente son las fotografías más duras de su carrera, como la que ilustra este reportaje: una madre arrodillada ante el cadáver de su pequeño rodeada de una hilera de cuerpos abandonados. Esta y otras 39 imágenes acaban de viajar a EE UU para la exposición Centelles in_edit_¡oh!, que se inaugura el miércoles en la Universidad de Nueva York.
La muestra ha sido organizada por el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, del Ministerio de Cultura, que compró el archivo de Centelles (10.000 fotografías) por 700.000 euros en 2009. «La exposición en Nueva York fue el pacto más importante al que llegamos con la venta del archivo», explica Octavi Centelles. «Exponer en Nueva York era un sueño de mi padre, porque es la meca de la fotografía. Allí es un arte mayor. Él había participado en una exposición colectiva en Nueva York, pero nunca solo. Pactamos con el Ministerio de Cultura exposiciones similares por el mundo a través de los Institutos Cervantes». Los hijos de Centelles aprovecharán la visita a Nueva York para ofrecer a la casa de subastas Sotheby’s las copias que conservan de fotos de su padre.
La exposición ha alumbrado también un exhaustivo catálogo de 324 páginas, casi una tesis doctoral sobre la obra del fotoperiodista, con artículos de historiadores (Rocío Alcalá, Daniel Cortijo, Jesús Núñez Calvo) y documentalistas (Joaquín y Antón Gasca) y una recopilación de las revistas extranjeras que publicaron sus fotos de la Guerra Civil, entre ellas, en portada, Newsweek.
El catálogo incluye la voz del propio autor a través de entrevistas y extractos de sus diarios. «Yo quería cazar la noticia… Me rebelaba contra la tiranía del magnesio, todas las fotografías iguales… yo buscaba otra cosa, rastrear el reportaje, como un detective». Por eso, explica, compró a plazos por 900 pesetas en 1934 (entonces le pagaban 10 por foto publicada) una cámara Leica. Con ella retrató la Guerra Civil y su vida en el campo de concentración de Bram (Aude, Francia).
Las que Centelles tomó en Bram son las únicas imágenes que existen de la vida cotidiana de un campo de concentración desde dentro, porque Centelles, explica Antón Gasca, «es un interno, no un reportero que realiza una visita para documentar un reportaje. Centelles vive, come, duerme, se enferma en el campo». En Bram, por cierto, recibiría la visita del fotógrafo con el que más se le compara: Robert Capa.
En aquel campo terminó la carrera de Centelles como reportero. En enero de 1950, el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y Comunismo le condenó a 12 años y un día de reclusión menor y a la inhabilitación. Finalmente se le conmutó la pena y tuvo que presentarse en la jefatura de policía una vez al mes hasta 1956. Ya nunca volvió a ejercer el fotoperiodismo, pero escondidos en botes de leche condensada, dento de una maleta, en una buhardilla de Carcasona (Francia) y durante toda la dictadura franquista, Centelles logra preservar sus mejores trabajos.
«Tenía en su poder información gráfica que al régimen franquista le podía haber resultado muy útil en la represión. Centelles pudo negociar, pero no lo hizo», afirma Gasca. El propio fotoperiodista explicó una vez que había escondido las fotos en aquella buhardilla «para que no fueran a parar a manos del enemigo, para que este no pudiera tomar represalias y, a través de cada uno de los personajes fotografiados, aniquilara a los últimos defensores de la República y de Cataluña». «Lo que él nunca pensó», prosigue Gasca, «es que durante 33 años más, después de recuperar Cataluña su Gobierno autónomo en 1979, seguiría ignorado por las autoridades correspondientes».
Miles de fotos de Centelles nunca han visto la luz. Solo se han expuesto unas 400 de 10.000. Los Centelles están convencidos de que si no hubieran vendido el archivo -que ahora reclama la Generalitat- al Ministerio de Cultura, la obra de su padre no tendría la difusión que se merece. «Si se hubiera quedado en Cataluña», asegura Octavi, «las fotos de mi padre no hubiesen salido de Cataluña».