El Pais. MARIA TRULLÀS 17/03/2011
Llega puntual a la cita envuelto en todo menos en glamour. Chándal y anorak. «Trabajo con la moda, pero no la consumo», aclara. El restaurante también lo elige con un criterio poco gastronómico: el McDonald’s más próximo a su apartamento-nido sin ascensor, en la Rambla de Barcelona. «No me gustan los restaurantes, me alimento para sobrevivir». Advierte de que no tiene hambre porque se ha comido, como cada día, «una barra de pan saliendo del gimnasio». Poco amante de los lujos, Muntané reconoce que «lo único que realmente importa es la familia y los amigos». Con la muerte de su madre, tras una fulminante esclerosis lateral amiotrófica, le cambiaron sus prioridades. «Cuando todo se rompe en un abrir y cerrar de ojos, te das cuenta de muchas cosas».
Nacido en Sant Joan de Vilatorrada hace 33 años, ahora vive entre Barcelona y Nueva York, ciudad donde empezó su carrera. «Cuando estudiaba fotografía en la Escuela Industrial pensaba que acabaría haciendo bodas y comuniones». Al tercer año, con 20, cogió su maleta y se plantó en Nueva York para seguir un curso. Pensaba regresar al terminarlo, pero se dio cuenta de que «ahí están los grandes». «Quería aprender siendo asistente de alguien conocido y me cogió David LaChapelle». Lo que aprendió fue que no le gustaba cumplir órdenes. Dejó a LaChapelle y decidió instalarse por su cuenta. Una de sus primeras publicaciones fue ID Magazine. «Me acuerdo que les enseñé mi book y les dio igual que tuviera 22 años; eso aquí es impensable. Allí valoran el talento».
Hoy es mundialmente conocido por sus retratos en revistas como V Magazine o Wonderland, pero le disgusta la etiqueta de «fotógrafo de moda». Él se siente «fotógrafo de cultura popular». Aun así, considera la moda «una fantasía necesaria, como el fútbol, como un Barça-Madrid, una forma de escapismo».
Lo que más le apasiona de su trabajo es acceder a personas que admira. «Cuando fotografié al pintor y cineasta Julian Schnabel me paseó por toda su casa. Ese privilegio no lo tendría de otra manera». Aunque aclara: «Ni me van ni me lo paso bien en las fiestas de los famosos. Me da pena ver cómo hay jóvenes que venderían sus almas por entrar en sitios de gente conocida».
Muntané no tiene cámara ni en el móvil, un Nokia vendado con cinta adhesiva, recuerdo de su madre. Las cámaras de fotos con las que ha retratado a Milla Jovovich, Geraldine Chaplin o Pau Gasol las alquila para cada sesión.
Entre hamburguesa y ensalada sale John Galliano. Muntané no está de acuerdo en cómo Dior ha llevado el asunto. «Galliano les ha hecho vender miles de millones. Nadie le ha dado la oportunidad de explicarse públicamente. Sidney Toledano se aferra al orgullo judío para salvar la imagen de Dior. En mi opinión, alimentar el victimismo, aunque legítimamente, solo contribuye a lo peor».
Termina la charla sin que toque el menú, que guarda en una bolsa de papel. «Se lo daré a un amigo. Lo aprovechará más que yo».